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Historia Genealógica de Corrientes: algunas consideraciones

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La Historia Genealógica de Corrientes una de las asignaturas pendientes que los estudios historiográficos deben a la Provincia, reconoce al menos tres grandes momentos en que podría periodizársela y se constituyen en una propuesta prevista para esa eventual investigación al respecto.

En ella se destacan puntos inobjetables al momento de su estudio,  tal el caso de los orígenes, motivaciones, acciones y características que posibilitaron la conformación de nuestra  identidad a lo largo de más de cuatrocientos años.

Si señalamos períodos, etapas, épocas, momentos en la Historia  Genealógica de Corrientes, debemos distinguir, bien definidos las  siguientes:

1 – De la Conquista, Colonización y Evangelización (s. XVI-XVII).

2 – De la Colonia (s. XVIII-XIX).

3 – De la Inmigración (s. XIX-XX).

El primer momento destacado como Etapa de la Conquista, Colonización y Evangelización cronológicamente delimitado por los siglo XVI-XVII corresponde a los orígenes de las familias patricias en las que se forja la primer sociedad hispano guaraní,

numen de la aristocracia criolla a partir del mestizaje del Conquistador y el Conquistado en una geografía nueva para el primero, en lo que se reconocen escasas culturas precolombinas evolucionadas y las mas de un estado de primitiva y prehistórica

evolución, donde su mejor patrimonio atesorado es el legado intangible -lengua, mitología- y cuya herencia tangible, valiosa, no obstante es modesta.

Nuestro medio ambiente, hábitat de culturas precolombinas primarias es extraño a la gran evolución que presentaron las de Centro América y Noreste de Sudamérica (Mayas, Aztecas, Incas) de manera que el legado cultural guaranítico, preferentemente radica en lo señalado, -desde la Asunción como Paraíso de Mahoma, con el “tobayá”- la conformación de una raíz hispano-india indiscutible en la conformación genealógica de nuestro patriciado.

Por su parte, el Conquistador penetró a estas latitudes con características similares como las vistas en el resto del continente, los hubo altaneros y piadosos, orgullosos y viles, hijosdalgos y plebeyos, guerreros y ambiciosos, vinieron todas las clases sociales, desde segundones e hidalgos empobrecidos hasta oscuros y humildes aventureros que lograron el ascenso social y la riqueza que la Península no les había permitido obtener.

Todos, o casi todos sin embargo, tuvieron dos aspectos que alimentaron su llegada: la propagación de la Fe Cristiana,  respondiendo a ochocientos años de espíritu templado al calor de las Cruzadas contra los Infieles, y el orgullo Hispánico formado en la búsqueda por la unificación peninsular que moldeó genéticamente y fortaleció los espíritus. Esto inspiró la Leyenda Negra que los enemigos de España Imperial, encabezados por Inglaterra, se apresuraron a alimentar desconociendo toda la legislación que proveía a la defensa del indio y sin que ello niegue los abusos que sobre este y su cultura se cometieron.

En el Río de la Plata, en menor medida las cosas sucedieron igual. La falta de culturas precolombinas mas evolucionadas, el amancebamiento que permitió el mestizaje, el inicial desprejuicio por carencia de mujeres españolas, apaciguaron bastante la relación conquistador-conquistado en la inicial sociedad rioplatense, y si bien el español no tenía un prejuicio radical, si ostentaba su orgullo de cierta superioridad alimentado por los méritos que suponía le daban, ora el origen social, ora la lucha por la Fe y el Rey, que se manifestó precisamente en el amancebamiento y escasos casamientos del que nacieron aquellos hijos mestizos de piel mas oscura que el padre cuyo nombre tomaron

buscando su limpieza de sangre, probanzas, hidalguías, para en el siglo XVIII tratar a toda costa de limpiar sus orígenes indios.

En los inicios de la Conquista , España terminaba su unificación y su lucha contra moros y judíos que le permitió la conformación de su Estado político al amparo de esa sola Fe, la Cristiana , por ello esa condición legal tuvo quien pretendía llegar a América y fue la de acreditar su condición de “Cristiano viejo” razón numerosas veces expuestas, documentalmente probada, y algunas soslayadas al punto de recluir lo que no era verdad a la oscuridad del olvido.[1]

En los orígenes mestizos de la sociedad rioplatense, se formó la primer sociedad de Corrientes, la verdadera aristocracia patricia, la que levantó ciudades, conquistó la tierra, sometió a los indios, se mezcló con estos, absorbió sus idiomas, impuso su cultura, género una nueva y expandió el Evangelio por mandato trascendente. Sus nombres tan conocidos que se han ajado en el tiempo, perdieron su varonía, tomaron otros nombres, se blanquearon y buscaron hacerlo desde el siglo XVIII, y guardaron  siempre aún en tonos desteñidos, el buen orgullo de haber  conformado la nueva civilización, ya no República de Españoles, ya no República de Indios, la Sociedad Criolla que reconoce en los primeros tiempos el móvil sagrado de la Península de la que se venía y a cuyo esplendor imperial se debía, que de no ocultar la vertiente indígena, pasó a hacerlo después del primer siglo de formal existencia. Esa sociedad se reconoció también desde el siglo XVIII en hacedora de una nueva Nacionalidad, la de la propia

Patria surgida en la matriz de movimientos precursores como las Revoluciones Comuneras de 1732 y 1764, forjaron premisas de una emancipación esperada conforme transcurría el tiempo y cambiaba la mentalidad, dentro de esa línea que se continuaron en las guerras civiles, en la organización social y en el Estado Moderno.

Descendientes de los Fundadores de Asunción del Paraguay, alimentados con la sangre que conquistó el Perú, acaso México, Fundadores ellos mismos, los “patres” correntinos, en el siglo XVI dieron forma por mandato de sus Dios y de su Rey, y por

compromisos o capitulaciones que incluían el Honor y el Nombre que  llevaban, a ciudades nuevas, modestas y pobres en sus orígenes, atalayas en el monte o la selva, presuntuosas de sus escudos, blasones, y futuro, que incierto aún, lo suponían promisorio.

Pompa y circunstancia, suntuosidades y señorío aún en la pobreza de la realidad, y protocolo en un marco de pesada burocracia que exigía tinta y papel para documentos impostergable a la hora de ceñirse a los orígenes histórico-genealógicos de la Tierra.

Poco existe investigado sobre esta etapa primera de formación de nuestro primer patriciado. Son aislados y puntuales sus estudios cuando no elementales. Se carece aún de la investigación amplia y certera que estudie en su dimensión exacta la presencia y enlace de las familias conquistadoras que dieron origen a Corrientes. Si

no hubo un prejuicio visceral por los orígenes y amancebamientos,  tampoco dejó de haber el envanecimiento propio de saberse quienes eran y desde provenían al fin eran la nobleza mestiza, transcurrido el tiempo esas familias ya no encontraron en el vientre indio el origen de sus hijos, sino en la alianza y el casamiento con conocidos para conformar un curioso y complicado entramado que evitara escapar de esos pequeños círculos genealógicos aldeanos y que asegurasen la contención oligárquica del poder en todas sus formas a través de las generaciones.

Apellidos como Martínez, Casajús, Añasco, Esquivel, Cabrera, González de Alderete, Sotelo, Corrales, Cabral de Melo y Alpoín, Arias de Mansilla, Soto, González de Santa Cruz, Pérez de Centurión, Rolón, Gómez de Aguiar, Báez de Alpoín, Fernández de

Leusa, Ortiz de Zárate, Arias de Mansilla, Berón de Astrada, Vallejos, Sánchez Negrette son algunos de los que pervivieron, o no, en nuestra sociedad actual, muy pocos por varonía y otros tantos que se perdieron como tales, pero mantiene la sangre que

les viene por la madre mas allá del nombre cambiado posiblemente en los siglos XVIII-XIX.[2]

Esta fue también llamada la “mentalidad aristocrática” dueña de la tierra, las estancias, las haciendas y los cargos públicos en toda la vida institucional, política, económica, cultural y religiosa de los primeros doscientos años de la Ciudad y su jurisdicción

extensa e imprecisa. Con la centuria siguiente se inauguró la Etapa de la Colonia (s.

XVIII-XIX) tiempo en que sociedad correntina de la que devenía y se entroncaba el patriciado que conformó la primera aristocracia, experimentó una renovación con la introducción de apellidos y familias nuevas que conformaron la “Mentalidad Burguesa”.

Las ciudades ya fundadas y aunque adormecidas por la siesta

colonial reconocieron en Corrientes su modesta metrópoli de las que salieron las nuevas huestes conquistadoras y colonizadoras de su inconmensurable y original jurisdicción. Misiones y Reducción que basaron sus plantas urbanas en la población india del lugar, la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí, la Reducción de Santa Lucía de los Astos, Ntra. Sra. de los Santos Reyes Mayor de Yapeyú, entre las primeras, se erigieron al amparo de la ciudad blanca que poco o nada acudió en su asistencia o auxilio a sus realidades, con sus tónicas propias amparadas por sus objetivos a cumplir cual nuevas avanzadas de conquista y ocupación.

Por otra parte aparecieron también las villas, presidios fortines o simplemente vecindarios que precedían a una fundación oficial: Ntra. Sra. del Rosario Caá Catí, Ntra. Sra. del Pilar de Curuzú Cuatiá, San Cosme de las Ensenadas, San José de las Lagunas

Saladas, avanzada de la población blanca que a fuerza de sentar presencia en las estancias y sus extensas posesiones convergieron llevando sus apellidos patricios para originar las nuevas poblaciones blancas en la jurisdicción correntina.

Sobre esta época, de la Historia Genealógica de Corrientes hay mas fortuna pues sus nombres han sobrevivido, muchos varones de apellidos nuevos se han mezclado con las mejores familias viejas, anudando así sangre burguesa con linaje patricio, asegurándose

tierras, haciendas, prestancia social, inmuebles, herencias, patrimonio, estabilidad para los recién llegados y oxigeno para los que ya estaban desde antes. Es el intercambio de doblones por los blasones que recibieron en herencia las generaciones venideras de esta aristocracia modesta, como modesta su burguesía mercantil que surgía en la Corrientes del XVIII en el momento histórico en el que se blanqueó la sangre y se olvidó la vertiente materna aborigen, aunque presumía de su varonía conquistadora, poco antes

que la Revolución Independentista, negadora de todo lo hispánico, manifestara también su desprecio en esto.

Trabajos recientes revalorizan con mas información la Historia Genealógica de la Burguesía Mercantil en Corrientes en la que los  apellidos, celosos de su pasado hidalgo, ante una aristocracia patricia y mestiza buscó probar documentalmente su pasado peninsular.[3]

Si doscientos años pervivió la Mentalidad Aristocrática de la Conquista , otros doscientos años le deparó a la Mentalidad Burguesa una segura presencia, tiempo suficiente para buscar aristocratizarse, tomando no solo la sangre de los patricios, sino

sus modos y costumbres que las refinaron al amparo de una vida nueva, prolongándolos en apellidos que comenzaron a tener lustre local en torno al proceso independentista.

Si a los Conquistadores, Fundadores de un Patriciado Mestizo que sentó las bases de una Mentalidad Aristocrática tocoles la ocupación de la tierra y el sometimiento del indio, de diversos formas, conformando una comunidad criolla, no ya hispana, no ya india, a la Burguesía Mercantil del XVIII le cupo arribar a ciudades ya establecidas con las limitaciones propias de su  realidad, pero que estaban y eran precedentes importantes de toda organización.

Esa Mentalidad Burguesa de los llegados, nutrió, vigorizó, convulsionó sacudió y blanqueó la Mentalidad Aristocrática. Sus nombres aún suenan y son indiscutibles símbolos de la sociedad tradicional, que perdió gran parte de los apellidos de cuño viejo por varonía, y los suplantó por estos otros. Así surgen los Pampín, García de Cossio, Lagraña, Díaz Colodrero, Ferré, Alsina, Atienza, Niella, Mayol, Vedoya, Llano, Torrent, Perichón de Vandeuil, Molina, Dizidio y Zamudio.

Muy pocos de la etapa anterior mantuvieron el apellido conquistador del siglo XVI, pocos pudieron resistir el desgaste secular. Los Martínez, descendientes de Martínez de Irala, los Cabral de Melo y Alpoín son algunos de los contados ejemplos que  subsistieron manteniendo poder económico y privilegio social casi sin alteraciones, mas todos, mas allá de los avatares, conservaron señorío y prestancia que en la ciudad como el campo o la aldea recién organizada. Se volcaron a poblar la Provincia, a levantar

los nuevos centros de avanzada y en la ciudad metrópoli fueron quedando la burguesía de esos apellidos nuevos. De allí que la burguesía aristocratizada que paulatinamente ocupó los primeros  lugares que antes tuvo la aristocracia patricia, en una segunda etapa de mestizaje sobrevivió en Corrientes, casi sin alteraciones, hasta mediados del siglo XX. Convivió y participó del poder, tomó las formas señoriales criollas pero desdeñó la

austera simplicidad en las costumbres de los primeros siglos para copiar modas nuevas y mirar copiando lo que se imponía desde el puerto de Buenos Aires.

Ya no sería Asunción el modelo a seguir.

En la etapa de la Inmigración (s. XIX-XX) dos momentos genealógicos conmovieron a Corrientes. Una primera época aún pura, parece ser prolongación del siglo XVIII, con llegadas espontáneas sin masificación ni desorden lo que se mantuvo, en Corrientes,

hasta el último tercio del s. XVIII. La segunda época no puede negar su vinculación con la inmigración masiva que vive la Argentina Moderna pero de la cual Corrientes no participó con la intensidad que caracterizó a otras partes del país.

La Generación del Ochenta presentó un país emergente, una Argentina institucionalmente consolidada con el aporte de las Provincias Fundadoras de la Nación como Corrientes, pero en esta no hay una inmigración masiva y quienes vienen  en esta tercera época buscaron enlazarse con  los que ya estaban. Una historia que no es desconocida. Apellidos nuevos que simbolizan una época aún de formas definidas: Desimoni, Nicolini, son de los más representativos si a inmigrantes de la primera época del siglo XIX recurrimos.

Sus nombres se copian de la burguesía mercantil dieciochesca aunque sin la hidalguía ni la probanza de las que su ufanaban estas.

La segunda etapa inmigrantes introdujo la idea -equivoca- de los “que vinieron a hacer un país” cuando la realidad demuestra que el país mal o bien ya lo estaba y que por ellos se habría al mundo y podían llegar nuevas corrientes con nombres y sangre no tradicionales, ni en sus orígenes, ni en sus creencias, ni en sus etnias. Si embargo siguió siendo menor el aporte en Corrientes ante el resto del país.

A estos que llegaron en tiempos aluvionales ya poco les interesó un nuevo mestizaje genético como socio cultural. Dos factores concurrieron a ello: el viejo patriciado ennoblecido y decadente poco podía ofrecer a mas de sus viejas y desgastadas formas, la burguesía aristocratizada no quería mezcla ni la necesitaba, los recién llegados se buscaron en sus colectividades y se encontraron en sus conocidos.

Tanto el Patriciado como la Burguesía coincidieron en una Identidad secular: los primeros porque fueron hacedores de ella, los segundos porque la heredaron del vientre materno o la copiaron. Lo nuevo aún no lo comprendían y deberían nacer nuevas generaciones para lograr producir una nueva mezcla, que resolvería un mestizaje mas amplio y complejo.

La sociedad correntina de patricios y burgueses se transformó en círculos cerrados con aires de celosa casta que observaban con desdén a los recién llegados. Fue el símbolo de una nueva mentalidad que perduró y se impuso en Corrientes, pero que se observa con más nitidez desde afuera, y que sin tener las formas adoptadas en otras provincias fundadoras si destacan rangos señeros en sus maneras.

Fue el momento en que se forjó la nueva dirigencia de Corrientes que comenzará a manifestarse a partir de los años cincuenta del s. XX. Fue el quiebre del Corrientes Tradicional, el fin de los momentos y etapas genealógicas conocidas, la crisis de una

identidad conservadora manifiesta en su sociedad patriarcal, de orígenes patricios, en el primer mestizaje, de su continuidad burguesa y mercantil, el ingreso de una nueva forma de vida en la que los miembros de la elite tradicional se mezclan con las

familias inmigrantes de fines del s. XIX y el s. XX que convergen aún en formas políticas conocidas y profesan un Catolicismo que fluye en todas sus clases, tal vez uno de los pocos elementos que perviven casi de manera pura.

El caso de los Nalda simboliza mejor que nada el momento de esta nueva burguesía, del s. XX en Corrientes, sin vinculaciones con el patriciado fundador del XVI-XVII, ni con la burguesía mercantil del XVIII, aunque las generaciones siguientes se mezclaron ya con los descendiente de estos.

Las familias patricias, la verdadera aristocracia  secular de Corrientes ha conformado el primer gran momento en su Historia Genealógica y fueron concientes de ello. Bien lo dice Santiago Vallejos haciendo alusión a estas:

“La función social que cumplen las viejas familias que provienen de la Colonia -las familias patricias- en las jóvenes comunidades americanas tiene una importancia fundamental para el mantenimiento de las costumbres y la tradición de estos pueblos. Ellas sustentan el fuego de la nacionalidad con el apego a la tierra sin lo cual no hay sentido de Patria. Su permanencia en las comunidades da a estos sabores de tradición y contenido de emocional consubstanciación histórica. Y en el crisol de las razas diversas ellas ponen la levadura de la vigencia emocional de la estirpe. En resumen, son factores de unidad nacional que actúan con la fuerza del prestigio que viene de los hechos y acciones que ennoblecieron sus nombres”. [4]

El caso de los Vallejos de las Ensenadas familia fundadora y patricia resulta paradigmático para la época estudiada en el  primer momento de la historia genealógica de Corrientes. El trabajo que sigue, no obstante, resulta un informe de avance en el que se conjugan la tradición oral mantenida en las sucesivas generaciones de la familia, con la documentación hallada y la esperanza de hallar más información en la compulsa de archivos aún inexplorados.

Los Vallejos, con “V” o con “B” son uno de los pocos ejemplos de familia colonial mantenida por varonía, que sin embargo no conservó su presencia en la ciudad de Vera de las Siete Corrientes, de la que se dispersó a partir del siglo XVIII rumbo a sus estancias y poblados nuevos que levantó y pobló repitiendo la primera misión que cumpliera cabalmente sus mayores. Así, los Vallejos aparecen entre el primer vecindario de San Cosme de las Ensenadas que reconoce ligazón directa con los padres fundadores, en Caá Catí e Ituzaingó que se dijeron siempre tener ligazón con

la primera.

Sus archivos domésticos, sus memorias orales, el testimonio de improvisados escribas y cronistas familiares, orgullosos de sus orígenes y servicios a Dios y al Rey y a la Patria , la trayectoria de su historia, dibujaron los árboles genealógicos amparados en el recuerdo de sus mayores en las reuniones familiares, en el anecdotario metódico salpicado de verdades parciales, donde campea la fantasía mítica, el ocultamiento

deliberado, la exaltación exagerada que se develan en su verdadera dimensión ante el documento hallado que corrobora, dilucida o al menos alumbra los hechos y situaciones permitiendo comprender lo que fue o pudo ser, y de qué manera el anecdotario doméstico indocumentado aparece corroborado sorpresivamente por algún suceso que le acredite formalmente veracidad.

Los Vallejos, patricios y conquistadores, miembros de la aristocracia primera que se recluyó en sus feudos, que acuñó caudillos y soldados, coroneles y estancieros, fueron también verdaderos Caudillos de Guerra, hijos de los que dieron sus servicios a la causa de Dios y el Rey, soldados de la Patria Nueva y Criolla ellos, padres de los que hicieron la Organización Nacional no exentos de sobresaltos ni contrariedades.[5]

En este informe de avance para un trabajo de mayor envergadura que alguna vez se completará, resuena la historia de una familia tradicional cuyo apellido, ajado por el uso y abuso de propios y extraños, de apropiaciones indebidas o bastardías -el caso de los

Esquivel de Caá Catí es igualmente paradigmático- no minimiza sus orígenes ni resta prestancia a sus inconfundibles y legítimos herederos.

El ejemplo que ahora estudiamos en el caso de muchas otras familias de igual época y tiempo  que merecen el debido estudio que sus presencias reclaman en la reivindicación merecida para aquel primer momento de la historia genealógica de Corrientes que cuenta los orígenes de la sociabilidad rioplatense tan desteñida de toda memoria y tiempo.