Corrientes Opina

El portal para pensar y debatir

Los ocupas del imperio.

Difundir el amor

Dos veces pretendieron entrar por la puerta grande, forzando la entrada por la fuerza de las armas. Las dos veces los pacíficos pero no estúpidos dueños de casa los echaron a patadas, dando lugar al dicho posterior del gran patriarca de esa noble familia, que con simple contundencia sentenció “ no somos empanadas que se comen de un solo bocado ”.

Entonces probaron con los sobornos. Algunos de esa familia, de la rama de los portuarios, eran comerciantes ávidos de riquezas fáciles, como las que da el contrabando y otras actividades “ no convencionales ”. Pero esos eran ambiciosos de poca monta y mentes estrechas.

Hubo otro, morochito, petisón y regordete él, que al viajar a “ Las Uropas ” quedó impresionado con el gringaje, tanto que pasó a servirlos incondicionalmente, aún a costa de achicar absurdamente la tierra propia, y de favorecer los intereses de los de afuera. La jugaba de intelectual, y gustaba de hablar con circunloquios y referencias pretendidamente contundentes. Terminó ganándose el repudio de la familia, tras la serie de tropelías “ de guante blanco ” que perpetró…pero algunos pocos tenebrosos sujetos de la propia familia, lo tomaron como ejemplo, y siguieron sus perversas acciones. Se llamaba Bernardino, y de tan pagado de si mismo, hasta se cambió el apellido, “ para ser diferente ” y con falso lustre de origen.

Entonces esos de afuera, que por entonces eran los matones del barrio  pero no idiotas, decidieron que era demasiado costoso volver a querer entrar por la fuerza, y decidieron manejar el territorio de la familia, mediante engaños y sobornos. Pero algo de tierra querían manejar esos de afuera, como para mantener controlado el tránsito del vecindario, y accionaron con perverso oportunismo.

Entraron prepotentes en un costado alejado del territorio, violentando el ingreso, pero a diferencia de los “ ocupas ” usurpadores de viviendas que llegan a espacios vacíos, el lugar estaba habitado. Echaron por la fuerza a sus legítimos ocupantes. En esos años, la familia de los ocupantes estaba muy acosada desde adentro y desde afuera, y no pudo contestar el agravio, pues desde adentro, algunos de los propios, hacían de lacayos para los mismos que amenazaban y agredían desde afuera.

De esos lacayos, algunos que presumían de “ intelectuales ” quedaron embobados con unos cuantos espejitos de colores y palabrejas lindas – así sean fuera de contexto -, que los hábiles agresores les enseñaron, apelando a sutiles artes diplomáticos y a engañosas “ lecciones ” de falso progreso y más falaces aún buenas costumbres. Con los años, esos personajes serían llamados “ cipayos ”. Otros fueron más groseros y directos, pues se vendieron al mejor postor, sin vueltas, pudor ni excusas. Luego serían llamados “ mercenarios ”. Ambas clases de personajes – lamentablemente – “ dejarían crías ”, y con una mezcla de descaro, hipocresía y cierta cuota de brutal violencia sistemática, lograrían perpetuar los manejos de aquella gran familia, de la cual la gran mayoría sería reducida a la pobreza y al vasallaje, sirviendo obligatoriamente tanto a la minoría familiar enriquecida, como a sus amos de afuera. Curiosamente, esos amos de afuera, serían los mismos usurpadores del comienzo.

Pero antes de todo eso, nuevamente envalentonados o muy ambiciosos, con la ayuda de la rama familiar traidora ( de los Bernardinos ), por dos veces intentaron entrar por la fuerza, incluso sumando a otros matones del barrio grande de esos años. Y la orgullosa familia, por entonces dirigida por al patriarca al que llamaban “ El Gaucho de Ojos Azules ”, les hizo frente, y les ganó porfiadamente por cansancio, como buen vasco que era ese patriarca.

Incluso antes, un primo y vecino descarriado y ambicioso, con armas dadas por los mismos matones de afuera, intentó entrar desde el norte, partiendo desde las alturas mineras. Y la familia del patriarca, con más coraje que armas, logró pararlo en seco.

Después el patriarca gaucho sería traicionado por uno de los suyos, otro vasco que de Justo no tenía nada, y si mucho de ambicioso y corto de miras. El Justo traidor sería a su vez echado por don Bartolo, puesto a las órdenes de los amos de afuera, para lo cual haría matar brutal y cobardemente a muchos retobados pero honestos de su propia familia, estableciendo una dinastía corrupta, con idea de perpetuarse.

La dinastía clasista y egoísta de Los Bartolos, sería después interrumpida a medias, por otro patriarca taciturno y nada afecto a los discursos, de nombre Hipólito, por esas vueltas del destino también vasco perseverante, que se hizo querer por los pobres y olvidados de la familia.

Pero los herederos usurpadores, continuadores de Los Bernardinos y Los Bartolos, volverían a tomar la batuta, otra vez con ánimos de no soltarla, mientras que los matones de afuera – ya con las fuerzas algo menguadas -, volverían a sobarles el lomo, para sacarles más ventajas, a ser pagadas con el patrimonio de toda la familia, y con los esfuerzos de los muchos parientes pobres.

Esa década larga – llamada “ la del 30 ” -, pareció una eternidad pero surgiría un heredero del gran patriarca original, del gaucho rubio y del vasco taciturno; esta vez un hijo de la familia con mezcla de sangre india y española, que también los hubo y los hay en ese gran territorio familiar. Este astuto y hábil nuevo patriarca, daría vuelta la taba, provocando grandes y profundos cambios, muy apreciados por los familiares pobres y otros con gran amor por lo propio; pero sería muy odiado por los herederos de los Bartolos y Bernardinos, ya estos últimos comportándose como si fuesen enemigos acérrimos de la propia familia y de la propia herencia familiar, su tierra y sus bienes, no teniendo escrúpulos como para obedecer órdenes y “ sugerencias ” de los mismos viejos matones del barrio grande, ya por entonces puestos bajo la tutela de otro equipo de matones más fuerte que el anterior.

Muchas cosas más y varias muy crueles y tristes, atribularían a esa noble familia, y por cercana y larga, omitiremos por ahora esa parte de la historia.

El caso es que los matones de afuera, poniendo y sacando su gente a su antojo, en aquella pequeña parte de la tierra de la noble familia, con la caradurez propia de esos piratas y matones consumados, para dar una endeble pátina de “ legalidad ” al despojo patotero, ahora van a preguntarse entre ellos, para darse a sí mismos la razón que nunca tuvieron ni la tendrán.

Esa artera maniobra debe ser denunciada a voz de cuello, y resistida con los talones bien afirmados como para aguantar la topada.

Pero se debe estar alerta, pues Los Bernardinos y Los Bartolos, tienen escribas y bocones, y otros varios servidores, que por los treinta denarios de los traidores infames, están dispuestos a continuar el vasallaje, pues el honor no es de sus virtudes. Incluso varios con los tantos muy confusos, creen a pies juntillas los versos “ de libre cambio ” y otros similares, que esos mismos patoteros de afuera les enseñaron, para mantenernos sojuzgados.