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En 1878 Bartolomé Mitre publica “Ayererecó Quahá Catú, Una Provincia Guaraní”, en el que encuadra la historia “oficial” de Corrientes entre 1838 y 1862.

Divide a los protagonistas entre buenos y malos, entre santos y diablos, entre virtuosos y pecadores, según sirvan o no a la política de esa historia.

Esa política de la historia elaborada por Mitre ha contado con discípulos en Corrientes, entre los que podemos mencionar a Manuel Florencio Mantilla, Manuel Vicente Figuerero, Hernán Félix Gómez, Valerio Bonastre, Ángel Acuña, Wenceslao N. Domínguez y Federico Palma, entre otros.

Para comprenderlo, es conveniente citar el pensamiento de Juan Bautista Alberdi, quien sostiene: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía, han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos…” “…La historia no es un patrimonio de todo el mundo. No todos tienen el derecho de contarla o escribirla al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. Sus textos son un código de verdad histórica; refutarlos es violar la ley, invertir el orden público: es un crimen de estado; y el disidente, un profano, un criminal. De la historia, de su lectura, han deducido una política que es su fabricación. Según ella, la majestad del pueblo no reside en la mayoría nacional, sino en el pueblo de la ciudad en que les conviene residir, como la más rica y confortable…” (1)

El autor comparte el pensamiento de Alberdi, con el que intenta elaborar otra visión de ese pasado.

Pedro Ferre, el Pacto Federal de 1831 y la Confederación Argentina.

Antes de asumir la primera gobernación de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas escribió a Pedro Ferré solicitándole que hablara con el gobernador de Corrientes, Pedro Dionisio Cabral, para solicitarle la designación de un delegado que tramitara ante los gobiernos de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires una política de alianzas defensivas y ofensivas, a efectos de preservar el federalismo amenazado por el gobierno de Córdoba encabezado por José María Paz.

La legislatura correntina designó al mismo Ferré como su representante. En cumplimiento de la misión, éste estableció acuerdos con los gobernadores de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos.

Durante su permanencia en Buenos Aires conoció y conversó con Rosas, Facundo Quiroga, Felipe Arana, Manuel José García, entre otros.

Afirma Justo Díaz de Vivar (2) “…Ferré caló bien el federalismo de Rosas. No le hacía justicia en todo, pero sí, adivinaba que cualquiera de las formas de gobierno que propiciara el mandatario de Buenos Aires, fueran éstas de hecho o de derecho, tendrían siempre como base la hegemonía y dominación de ella…”

Es oportuno señalar que la mayoría de los gobernantes de Buenos Aires y también los Presidentes de la Nación, durante el siglo XIX, sean del partido que fueren, sustentaron esa política. Esto debe tenerse presente al efectuar el análisis de los hechos históricos.

Ferré relata en sus Memorias (3) “…Trataba yo en visita particular con el señor don Manuel José García, en Buenos Aires, sobre el arreglo de la importación de frutos extranjeros, que produce nuestro país en abundancia, y sobre el fomento de la industria en todo aquello que el mismo país nos lo está brindando, que ha sido siempre mi tema. El señor García procuraba eludir mis razones con otras puramente especiosas, pero que les daba alguna importancia la natural persuasiva del que las vertía. Entonces le dije que prometía callarme y no hablar jamás de la materia, si me presentaba, por ejemplo, a alguna nación del mundo, que en infancia o en mediocridad, hubiese conseguido su engrandecimiento sin adoptar los medios que yo pretendía se adoptasen en la nuestra. El señor García confesó que no tenía noticia ninguna, pero que nosotros no estábamos en circunstancias de tomar medidas contra el comercio extranjero, particularmente inglés, porque hallándonos empeñados en grandes deudas con aquella nación, nos exponíamos a un rompimiento que causaría grandes males: que aquel arreglo era obra del tiempo, pues en el día tenía también el inconveniente, que con él disminuirían las rentas de Buenos Aires y no podría hacer frente a los inmensos gastos de aquél gobierno. ¿Y qué tiempo le parece al señor García –le pregunté yo- será necesario que pase, para arreglar éste negocio vital de la Nación? Me contestó, que no podía calcularlo. Pues cuanto más se dilatase -repuse yo- tanto más nos imposibilitaremos de poderlo verificar, porque cuanto más pobres y arruinados estén los pueblos, menos poder tendrán para sostener sus derechos oponiéndose a las pretensiones de los extranjeros. Por lo que respecta a los gastos del gobierno de Buenos Aires, déjese éste de sostener el boato de corte que sostiene sin necesidad, redúzcase a los gastos precisos de la provincia, arregle sus rentas propias y le sobrará con ellas para subvenir a sus necesidades, y aún para enriquecer, sin que sea a costa de la ruina de las demás hermanas.”

En este diálogo Ferré expresa las ideas del proteccionismo económico, y el entonces Ministro de Hacienda de Rosas las ideas del librecambio.

¿Cuál era la fuente doctrinaria de Ferré? Su experiencia como industrial –propietario de un astillero-, ex gobernador de la provincia de Corrientes, y, según José Carlos Chiaramonte (4), las ideas de Antonio Genovesi en su libro “Lezioni di Commercio” aprendidas por un colaborador de Ferré, el Dr. José Simón García de Cossio.

Indudablemente Ferré defendía los intereses de las provincias argentinas, frente a los intereses de los ganaderos y de la burguesía comercial porteña.

Los delegados de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fé, se reunieron en la ciudad capital de ésta última, entre los días 20 y el 30 de julio de 1830, para debatir y elaborar las bases de un Pacto Federal.

En realidad el debate se dio entre Pedro Ferré de Corrientes y José María Rojas y Patrón de Buenos Aires. Muchos autores utilizaron las diversas fuentes existentes para hacer el relato del mismo. Personalmente, el autor considera que fue uno de los debates más importantes y más profundo efectuado en la Argentina del siglo XIX, y en muchos aspectos reviste actualidad.

En el aspecto económico, Ferré sostenía: la prohibición absoluta de importar algunos artículos que produce el país; la habilitación para el comercio extranjero a más del puerto de Buenos Aires el de la capital de Santa Fé; el tesoro que en ambas aduanas se recaude de impuestos al comercio extranjero, se declarará nacional, y se cobrará y depositará independientemente de los derechos particulares de cada provincia; la administración de este tesoro será arreglada por la representación de las provincias aliadas; el gobierno de Buenos Aires instruirá a los demás de las provincias de la República y a la representación, de los gastos hechos en objetos nacionales, del monto de los caudales que ha manejado en nombre de la Nación, y a cuánto asciende la deuda que debe gravitar sobre todas las provincias de la República; que es un derecho incuestionable el que tienen las provincias al tesoro que se recauda al comercio extranjero en proporción al consumo y productos de cada una; que dar este tesoro a una sola provincia es sancionar la ruina de las demás, para lo que no pueden estar autorizados los gobiernos contratantes; que reglar el comercio de conformidad con las dos anteriores consideraciones es el grito unánime de todos los pueblos de la antigua unión, y que nada es sólido ni duradero sin ese arreglo.

En el aspecto político sostenía: se formará una representación de un diputado por cada provincia, cuyo carácter será el de representación de las provincias aliadas del Río de la Plata, y residirá en la ciudad de Santa Fé; serán sus atribuciones: hacer la paz y declarar la guerra, reglar el comercio exterior y la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, propender a la organización general de la República, entendiéndose con todos los gobiernos de ella, declarar los artículos de comercio, cuya introducción deba ser prohibida, y el tratado que se establezca durará hasta la organización de un gobierno general a quien compete alterar, revalidar o anular lo que en los cuatro poderes fuere ajustado.

Desde el punto de vista económico, Rojas y Patrón sostenía: la libre concurrencia de toda industria; la exclusividad del puerto de Buenos Aires para el comercio de importación y exportación. Con respecto a las rentas aduaneras, se negaba a introducir modificación al sistema o sea la absorción de ellas por parte de Buenos Aires.

Sobre este particular, dice Justo Díaz de Vivar (5) “…Sostenía Ferré una verdad elemental pero a la que nunca se había querido mirar de frente: que un Estado, no puede subsistir sin rentas propias; y como éstas no pueden improvisarse, no había sino que empezar aprovechando de entre las existentes aquellas que más revistieran el carácter de “nacionales” como la aduanera, que en realidad costeaba todo el país, y que Buenos Aires aprovechando su situación de puerto único, había convertido en renta provincial”

El autor valora la concepción económica de Ferré, y considera equivocada la postura sustentada por el gobierno de Buenos Aires en esa discusión.

Los representantes de Santa Fe y Entre Ríos, pese a coincidir con Ferré, resolvieron hacer causa común con Buenos Aires, de tal forma que el representante correntino decidió regresar a su provincia para informarle de la situación a su gobierno.

Desde el punto de vista político, lo que Rosas precisaba era una alianza de las provincias del litoral para enfrentar la amenaza de la Liga Unitaria encabezada por José María Paz desde Córdoba, en alianza con otras provincias. Por lo tanto accedió a algunas de las pretensiones políticas de Estanislao López y el Tratado se firmó entre Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe el 4 de enero de 1831.

El 10 de mayo de ese año José María Paz cayó prisionero en manos de las tropas del ejército federal, y con ello se acabó el peligro representado por la Liga Unitaria y la provincia de Corrientes se adhirió al Pacto Federal en forma expresa en septiembre de ese mismo año.

En 1832 el debate de Ferré y Rosas prosiguió a través de la prensa, pero por medio de otros polemistas: por Corrientes lo hizo el Dr. José Simón García de Cossio, y por Buenos Aires Pedro de Angelis. Se incorporó a la discusión el tema de la necesidad y oportunidad de convocar a un Congreso General Constituyente y al dictado de una Constitución.

La opinión del autor es que si bien la postura de Corrientes era correcta en cuanto al tema económico, era a la vez inoportuna en lo político-institucional, dado que el país no se hallaba en condiciones objetivas para cumplir con esos fines, y eso lo veremos más adelante cuando abordemos el tratamiento de la Constitución de 1853.

Escribe el Dr. Carlos María Vargas Gómez (6), en referencia al Pacto Federal: “… Tal vez lo más trascendente haya sido la construcción del Estado Argentino conforme las ideas de quien asume de inmediato la conducción nacional. El ingenioso sistema político ideado por el gobernador porteño para cimentar su poder nacional deviene de la delegación de facultades para el manejo de las relaciones exteriores que anualmente le otorgaban las provincias argentinas en su conjunto. De esta manera, y sin constitución y valiéndose de pactos y tratados interprovinciales se fue tejiendo, pausada y lentamente, un sistema jurídico-institucional que permitió que la Argentina fuera reconocida por las potencias europeas y por casi todos los gobiernos extranjeros como una república constituida con base de legitimidad y de consenso. Ejercía la potestad suprema de la defensa nacional del país. Ello implica, contar y disponer de los recursos económicos pertinentes para cumplir esa función. En veinte años de Rosas, dos instituciones echaron bases: el ejecutivo fuerte y un federalismo centralizado en la realidad de los hechos…”

Juan Manuel de Rosas, durante su exilio en Inglaterra, dice a Vicente Quesada (7): “…Era preciso gobernar con mano fuerte estableciendo un régimen de orden y tranquilidad que pudiera permitir la práctica real de la vida republicana. Pero el reproche de no haber dado al país una Constitución me pareció siempre fútil, pues no basta dictar un cuadernito, cual decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una Constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto de la situación de un país. Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una Constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios; si tal Constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil que la sancionen cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de Constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca. Otorgar una Constitución era asunto para mí secundario: lo principal era preparar al país para ello –y esto es lo que creo haber hecho-.

En diciembre de 1835, a iniciativa de Rosas en su segundo gobierno, se sanciona la Ley de Aduanas, receptando algunas de las ideas de Ferré en el debate de 1830. Esta ley prohibía la introducción de productos de manufactura extranjera que se podían fabricar en el país (tejidos de lana y algodón, manufacturas de hierro y hojalata, velas de cebo, etc.), se establecían fuertes impuestos a otras mercaderías porque podían sustituirse con nacionales, se aplicaba un menor arancel a aquellas cuya producción era escasa en el país y se gravaban las exportaciones con un 4 %, el cual no se aplicaba si el producto salía del país en buque argentino. También se favorecían los productos de la Banda Oriental del Uruguay y Chile. Las mercaderías para el interior del país no pagaban gravamen y desde 1837 se prohibió exportar oro y plata en cualquier forma que fuere.

Los beneficios de esta ley alcanzaron a todas las provincias argentinas, pero para completar el pensamiento de Ferré se debía haber habilitado otro puerto además del de Buenos Aires.

Las cuestiones internacionales con Francia, Bolivia y Uruguay. La batalla de Pago Largo.

La cuestión con Francia. El rey de Francia, Carlos X, y su gobierno, tenían el propósito de realizar una política expansionista en los países que consideraban vulnerables. Como método promovían cualquier tipo de incidente, invocando la defensa de sus ciudadanos en el extranjero para después pasar a la vía armada.

Ese fue el origen del bloqueo de la escuadra naval francesa a los ríos: de la Plata, Paraná y Uruguay en 1838.

La respuesta del encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina se inspiró en los principios del derecho internacional, a lo que el jefe de la escuadra naval de Francia, Contralmirante Leblanc, contestó: “Yo no vengo a discutir principios de derecho internacional. Vengo a imponer condiciones. Si el gobierno de Buenos Aires las acepta, levantaré el bloqueo…” (8)

Esta actitud francesa fue rechazada por Rosas, en defensa del interés nacional, por lo que Francia comenzó a buscar aliados externos e internos para derrocar al gobierno de la Confederación. Con mucho dinero, logró el apoyo de Fructuoso Rivera, quien logra el alejamiento del Presidente del Uruguay Manuel Oribe, ocupando él ese cargo. Dentro del plan, también consigue el apoyo del Presidente de Bolivia, Andrés Santa Cruz, y envía emisarios a varias provincias de la Argentina con el objeto de restar apoyo político a su gobierno. Montevideo fue la base de operaciones de este plan, que contó con el auxilio de los unitarios exiliados.

Se inició la guerra con la Confederación Boliviano-Peruana, firmando la Confederación Argentina una alianza con Chile, dando como resultado la derrota de aquélla.

Rosas, en su carácter de encargado de las relaciones exteriores, envió a todos los gobiernos provinciales un informe sobre lo actuado, requiriendo la correspondiente respuesta.

El Congreso correntino se pronuncia a favor de la postura argentina, rechazando el bloqueo de los franceses.

La estructura política del federalismo se sostenía por un trípode conformado por Rosas, Quiroga y López.

Las muertes de Facundo Quiroga en 1835 y de Estanislao López en 1838, debilitaron notablemente la misma.

El nuevo gobernador de Santa Fe, Domingo Cullen, estaba comprometido con el plan de Francia, por lo que, de inmediato Rosas instruyó al gobernador de Entre Ríos Pascual Echagüe, y a Juan Pablo López, hermano de Estanislao, para que solucionen el problema. Sin apoyos, Cullen renuncia, y se instala en Santiago del Estero, haciéndose cargo de la gobernación de Santa Fe el nombrado Juan Pablo López.

Dos días después de la renuncia de Cullen, llega a Corrientes en carácter de emisario suyo Manuel Leiva, con el fin de buscar apoyo político. Luego de conversar con el gobernador Genaro Berón de Astrada y con el ministro general Pedro de Alcántara Díaz Colodrero, Leiva escribe una carta a Cullen en la que formula apreciaciones personales sobre lo conversado, que de ninguna manera comprometían la postura política de Corrientes.

La carta llega a Santa Fe y es recibida por el nuevo gobernador López, que a su vez la remite a Rosas, quien la coteja con un informe de la diplomacia inglesa y, a fin de disipar dudas, ordena al ministro Felipe Arana que hiciera llegar al gobernador Berón de Astrada una copia de la carta de Leiva para su conocimiento.

Ferré dice en sus Memorias (9): “…Pero como los de afuera tenemos siempre gusto de criticar, y formar juicios en política, creímos que aquél suceso importaba con Rosas un sumario concluido, por el cual debía hacer la guerra a Corrientes. Esta opinión llegó a oídos del gobernador y su ministro, cuando ya no tenían más que dos caminos que tomar, que eran: o descender del puesto o declarar la guerra a Rosas. Se decidió por esto último, y he aquí el origen de la guerra contra el tirano…”

Berón de Astrada y su ministro Díaz Colodrero, sin un plan táctico ni estratégico, sin el apoyo político del Congreso del que Ferré era Presidente, y sin la confianza de varios comandantes militares, deciden hacer la guerra a los gobiernos de Entre Ríos y Buenos Aires, argumentando la defensa de la autonomía provincial. Lo hacen de manera precipitada, sin recursos económicos, sin adecuado armamento, sin capacidad militar. Recurren a un convenio de alianza defensivo-ofensivo con Fructuoso Rivera, Presidente del Uruguay y con los representantes de la flota naval francesa, en guerra con la Confederación Argentina, rompiendo de esa manera lo estipulado por el Pacto Federal de 1831.

La batalla de Pago Largo entre las milicias correntinas y las de Entre Ríos se libró el 31 de marzo de 1839 en Pago Largo, cerca de Curuzú Cuatiá. El resultado fue favorable a las tropas del Gral. Echagüe, gobernador de Entre Ríos, produciéndose la muerte de más de 1.900 soldados, jefes y oficiales del ejército correntino, y la de su gobernador, Genaro Berón de Astrada, cuando éste se retiraba del campo de batalla.

Dice Federico Palma (10): “…El parte oficial –de la batalla- hecho por el Cnel. Manuel Olazábal en la villa de San Roque, dirigido al gobernador delegado de Corrientes Juan Felipe Gramajo, fue extraído del archivo público de la provincia por manos dañinas y duerme en un archivo privado o se ha perdido”

Del parte oficial mencionado por Palma, se tomó conocimiento a través del informe efectuado por el gobernador delegado Gramajo al Congreso correntino. (11)

Después de Pago Largo

Escribe el Dr. Carlos María Vargas Gómez (12): “Corrientes no estaba en condiciones ni estuvo anteriormente de llevar a cabo una guerra contra Rosas. No tenía recursos, ni bases logísticas suficientes, ni podía montar por sí sola un poderoso ejército capaz de coronar con éxito una campaña militar. De allí que siempre necesitó generales y jefes que no eran de su tierra, caso de Lavalle y de Paz, y que ambos se alejaron de la provincia con serias desavenencias políticas con los gobernadores de turno, pese a sus victorias militares. El desastre de Pago Largo es otro ejemplo de la incapacidad de los militares correntinos para por sí solos lograr una victoria o, por lo menos, un algo concreto que en el terreno de la política pudiera ser jugado en demanda de mejores situaciones”…“Ningún correntino deja de sufrir ante el recuerdo de aquellos sucesos pero tampoco ninguno, ciertamente, pensará que eficazmente sirvieron para algo. Se trataba a mi entender de escenas de martirio por el martirio mismo.”

Hasta Pago Largo, año 1839, Corrientes estaba considerada, desde el punto de vista económico, como la cuarta provincia más importante, después de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fé.

Sus aduanas cobraban los derechos de importación y exportación de mercancías que transitaban por los ríos Paraná y Uruguay.

Ante el bloqueo de Francia, en 1838 Corrientes habilitó los puertos de Paso de Higos (hoy Monte Caseros) y Paso Santa Ana (Departamento de Paso de los Libres), para su comercio con Brasil. En cuanto al comercio con Uruguay y con la provincia de Entre Ríos, se habilitó el Paso Carretas en el río Mocoretá.

Pese a ello, en Corrientes las entradas por derechos aduaneros en 1838 fueron un 29% menores a los del año anterior.

Dice Enrique Schaller (13): “La situación cambió de manera radical a partir de 1839. En ese año, como consecuencia de la guerra y del bloqueo francés los ingresos regulares sumaron alrededor de $29.000, es decir un 79% menos que en 1838. Esta caída dramática de la recaudación coincidía con el incremento de los gastos necesarios para organizar y equipar ejércitos y pagar las fuertes indemnizaciones que impuso la provincia de Entre Ríos tras la derrota de Pago Largo. Para cubrir con las necesidades más urgentes los diversos gobiernos debieron apelar como nunca antes a medidas extraordinarias. En esta etapa inicial el arbitrio más frecuente fue el empréstito forzoso. Durante el mandato de Berón de Astrada, por ley se autorizó a levantar un empréstito por $50.000. Luego de Pago Largo, para pagar la mitad de la indemnización exigida por Entre Ríos (que sumaba en total $60.000) se ordenó un nuevo empréstito por $15.000. Al poco tiempo de producida la reacción encabezada por Pedro Ferré, por ley del 29/10/39 se decidió solicitar otro préstamo por $50.000 para costear el ejército que se organizaba al mando de Lavalle. En conjunto los ingresos provenientes de esta fuente de financiación sumaron aproximadamente $70.000 los que agregados a otros aportes (fundamentalmente dinero de particulares depositado en la tesorería) determinaron que los ingresos extraordinarios representaran poco más del 73% del total

Después de Pago Largo, dice Dardo Ramírez Braschi (14), “…Corrientes cayó a consecuencia de las sublevaciones contra Rosas, en un profundo y prolongado estancamiento sin poder salir de él hasta nuestros días”.

Nuevamente Pedro Ferré.

El Congreso provincial por unanimidad designó gobernador a Pedro Ferré, quien diseñó un plan para negociar con el gobernador Echagüe. Ya antes de Pago Largo éste último le había formulado el ofrecimiento, a través de un emisario, de que se haga cargo de la situación, derrocando a Berón de Astrada. Ferré no lo hizo en esa oportunidad –según escribe en sus memorias- por respetar a la autoridad. Pero a juicio del autor, interpretando ésas mismas memorias, fue más porque le faltó tiempo para conciliar a todos los intereses en juego.

El gobernador Ferré envió una nota a Echagüe, expresándole las diferencias que había tenido con Berón de Astrada, con estas palabras: “Una política equívoca de la anterior administración ha podido poner en problema los sentimientos bien conocidos del pueblo correntino…” “…En aquel extravío, no tuvo parte la voluntad del pueblo”. (15)

En el mismo sentido que Ferré, el Congreso provincial comunicó al vencedor en una nota de la misma fecha, lo siguiente: “Un hijo ingrato de la provincia -refiriéndose a Berón de Astrada- formó un ejército cuyas armas asentó primero al seno de la representación provincial, y después la convirtió contra la misma causa que había jurado defender; si, Exmo. Señor, el gobernador de la provincia de Corrientes Genaro Berón de Astrada ya no era sino un general sublevado. El solo seducido por una ambición desenfrenada entró en relaciones con el anarquista Rivera; la Sala no tuvo aviso de una alianza que rompiendo todos los lazos sociales venía a consumar la degradación de la provincia; oponerla bajo la férula del extranjero, y a dar este escándalo precisamente en los momentos de que la Nación hace los más gloriosos esfuerzos en defensa de su honor y sus derechos. El pueblo, el ejército, V.E. misma conoce las dificultades que tocaba al finado gobernador para llevar adelante su plan inocuo, la deserción de las tropas, la resistencia pronunciada por ellas para ir a invadir el territorio de V.E. y más que todo el resultado final, eran presagios muy elocuentes. No era la desmoralización la que hacía desertar nuestros soldados, porque cuántas veces los ha llamado el país en defensa de la Santa Causa de la Federación, otras tantas han permanecido firmes en los puntos designados sin advertirse deserción alguna; no era el temor quien le impedía marchar al territorio amigo del Entre Ríos, porque cuando fue preciso cortar de raíz los males que iban a causar los unitarios cuando la invadieran, marcharon con entusiasmo y dieron grandes pruebas de orden y patriotismo…” (16)

Ambas notas son claras y precisas. Pero Echagüe ya no confiaba en Ferré, y, después de un acuerdo con los representantes del Congreso, éstos eligieron gobernador a José Antonio Romero.

Ferré, que siempre -como vimos- expresaba sus ideas sin rodeos pero tratando siempre de armonizar las relaciones aún con sus adversarios, cambió su metodología, porque en cuanto Juan Lavalle le comunicó su decisión de instalarse en Corrientes para organizar un ejército con correntinos, auxiliados económicamente por Francia, optó por la guerra contra el gobierno de la Confederación.

Ferré sabía quién era Rosas, quiénes eran los unitarios, quién era Rivera, y qué buscaban los franceses. Por eso es incomprensible su conducta.

En torno a esta cuestión, dice Justo Díaz de Vivar (17): “… Ferré, tenía una alta idea de Rosas, infinitamente superior a la que pudiera formarse de cualquiera de los montevideanos militantes: “si no hubiese abrazado el mismo espíritu de dominación que ha manifestado su pueblo (los porteños) desde el principio de la revolución; si no hubiese estorbado que el país se constituyera con arreglo al Tratado del 4 de enero, sería digno de llamársele, héroe, por algunas virtudes de que se halla adornado,”, dice de él en su memoria; agregando después “no desconozco en él, ni dejaré de elogiar su firmeza de carácter en sostener los derechos de la Nación contra miras extrañas…” “El gran error, el inexplicable error de Ferré, trajo esa gran secuela de males que produjo a Corrientes su serie de rebeliones contra la Confederación”

La ley del 25 de noviembre de 1939 otorgó al gobernador Ferré la suma del poder público, para que pueda ejercerlo sin traba alguna interior y exterior, y otra ley del 12 de febrero de 1941 lo autorizó ampliamente para arbitrar todos los medios que le aconseje su prudencia y demanden las circunstancias para proporcionar recursos y elementos. Con estas leyes el gobernador podía administrar discrecionalmente las rentas del Estado, incluyendo la emisión de papel moneda. A causa de la guerra con el gobierno de la Confederación, el comercio exterior se realizaba por Montevideo, e incluso por ley del 25 de enero de 1842 se levantaron las restricciones a las importaciones extranjeras, modificando la política proteccionista de la cual fue un ardiente defensor. En 1840 solicitó un nuevo empréstito por $17.000, y vendió tierras del Estado para conseguir otros $50.000.

Casi 4.000 hombres de Corrientes marcharon con Lavalle hacia Entre Ríos. Por ello, los campos y en general todas las actividades económicas, quedaron con menos manos para trabajar, y el Estado cada vez más endeudado. La expedición de Lavalle terminó en un desastre militar, con una alta deserción de los soldados correntinos.

Luego, con la presencia en Corrientes de José María Paz, se organizó otro cuerpo de ejército, y con su pericia militar logró el triunfo en Caá Guazú frente a las tropas entrerrianas del gobernador Pascual Echagüe.

Para obtener más recursos Ferré emitió $100.000 en billetes inconvertibles, equivalentes a igual suma en moneda metálica, con el compromiso de restituir al comercio un año después de lograda la paz. En 1842 volvió a emitir otros $200.000 en billetes inconvertibles, con el respaldo del Estado porque el comercio se negó a garantizarlo. Como puede verse: más guerras, más deudas, y muchos muertos, heridos e inválidos.

José María Paz se hizo designar gobernador de Entre Ríos, presentándole a Ferré el hecho consumado. Inmediatamente éste le quitó el mando de las tropas correntinas, quedándose Paz sin ejército. Al poco tiempo también sin gobernación.

Tras los sucesivos fracasos de Lavalle y de Paz, enceguecido, Ferré acuerda con Fructuoso Rivera una alianza para seguir peleando contra el gobierno de la Confederación. Este fue otro acto inexplicable de Ferré, dada la irresponsabilidad y la falta de sentido estratégico-militar del presidente oriental, y terminó como era de esperar, con otro desastre en la batalla de Arroyo Grande, cerca de Concordia, en diciembre de 1842. Con esta derrota se esfumó definitivamente la idea de Rivera de formar una república con el nombre de Federación del Uruguay.

Ferré renuncia a la gobernación y parte al exilio, estableciéndose en San Borja (Brasil).

Una nueva situación política

El Congreso correntino elige gobernador a Pedro Dionisio Cabral, hombre identificado con la política de Juan Manuel de Rosas.

Con el apoyo del imperio del Brasil, los hermanos Joaquín y Juan Madariaga, con un grupo de exiliados, cruza el río Uruguay el 31 de marzo de 1843, iniciando una operación contra el gobierno federal de Corrientes. El gobernador Cabral, sin ejército propio, abandonó el gobierno refugiándose en Paraná. De esta forma, Joaquín Madariaga se hizo cargo del gobierno, y el 6 de mayo venció a las tropas entrerrianas al mando de José Miguel Galán en Laguna Brava, Corrientes. Uno de sus primeros actos fue confiscar todos los bienes de Pedro Ferré, prohibiéndole volver a pisar suelo correntino, bajo apercibimiento de ser detenido. Algunos historiadores dicen que fue una venganza de las familias Madariaga y Acosta, por la decisión de Ferré, en 1826, de separar al entonces diputado José Francisco Acosta, tío de Madariaga, de la representación correntina en el Congreso nacional, por manifiesta deslealtad al gobierno que lo designó.

La provincia estaba económicamente arruinada, y comerciaba con Brasil y Paraguay, dado que no podía hacer uso del puerto de Buenos Aires. Entonces decidió confiscar y vender los bienes de todos sus opositores, y solicitó un nuevo préstamo a los comerciantes correntinos. Además se apropió de 40 buques, con toda su carga, que llevaba bandera de Buenos Aires e iba rumbo a Asunción del Paraguay.

Planes de Inglaterra y Francia

Dice José María Paz en sus Memorias (18): “…Cuando el señor Florencio Varela, partió de Montevideo a desempeñar una misión confidencial cerca del gobierno inglés, el año 1843, tuvo conmigo una conferencia, en que me preguntó si aprobaba el pensamiento de separación de las provincias de Entre Ríos y Corrientes para que formasen un estado independiente. Mi contestación fue terminantemente negativa. El señor Varela… hizo uso de la idea de establecer un estado independiente entre los ríos Paraná y Uruguay, lo que creía halagaría mucho a los gobiernos europeos, particularmente al inglés.”

Después de la misión Varela, Inglaterra y Francia comenzaron a actuar en forma conjunta para presionar al gobierno de la Confederación Argentina sobre la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, y sobre la situación de Montevideo, sitiada por el ejército de Oribe.

Como encargado de las relaciones exteriores, Rosas rechazó las pretensiones de Inglaterra y Francia, y la respuesta de éstas fue el bloqueo al Río de la Plata en 1845. El 20 de noviembre de ese año se libró la famosa batalla de la Vuelta de Obligado, en un paso del río Paraná ubicado en la provincia de Buenos Aires, pasando San Pedro. Los poderosos buques de ambas potencias lograron –pero con mucho esfuerzo- forzar dicho paso, tras una cruenta batalla en la que las tropas argentinas demostraron que estaban dispuestas a defender cada palmo de territorio nacional.

El Gral. don José de San Martín, desde Europa escribió a Rosas: “La poca mejoría que experimento en mi enfermedad me es tanto más sensible, cuando en las circunstancias en que se halla nuestra patria me había sido muy lisonjero poder, nuevamente ofrecerle mis servicios; servicios que aunque conozco serían inútiles, sin embargo demostraría que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo servidor de su honor e independencia” (19)

En la mayoría de los periódicos de América y de Europa el gobierno de la Confederación Argentina era elogiado por representar la defensa de la independencia nacional frente a la agresión de los dos principales países del mundo de aquella época.

Diferente fue la recepción que el gobierno unitario de Corrientes de Joaquín Madariaga hizo a las flotas inglesa y francesa a principios de 1846. Llegaron a Corrientes, vendieron parte de sus mercancías y se abastecieron de alimentos y frutos del país, comerciando también con Asunción del Paraguay. Mientras la Argentina y el mundo repudiaban la agresión imperialista, el gobierno de Corrientes dio trato privilegiado a la flota y soldados enemigos durante los dos primeros meses de ese año.

El prestigioso militar unitario Martiniano Chilavert, decía: “Considero el más espantoso crimen llevar contra el país las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio llevará el que así proceda. Conducido por estas convicciones, me reputé desligado al partido que servía” (20) A partir de ese momento se incorporaría al ejército de la Confederación.

A comienzos del año 1845 el gobierno de Corrientes crea el Directorio de la guerra, designando como jefe del mismo a José María Paz, ampliando el ejército correntino con la incorporación de tropas paraguayas al mando de Francisco Solano López. Pero en junio del año siguiente Joaquín Madariaga decide destituir a Paz, iniciando negociaciones con el gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, con quien firma el Convenio de Alcaraz.

En realidad se firmaron dos convenios: uno público y otro de carácter secreto. En éste último se abordaron cuestiones de política internacional para la que ninguno de los firmantes se encontraba facultado.

Como luego surgieron diferencias políticas entre ambos, Joaquín Madariaga envió a Rosas el texto del convenio secreto para dejar mal parado a Urquiza. Rosas entonces exige a Urquiza que se dejen sin efecto ambos convenios, por lo que se reinició la guerra y Urquiza venció al ejército correntino en la batalla de Vences en noviembre de 1847.

Madariaga y parte de su gobierno deciden exiliarse en el Paraguay, por lo que asume la gobernación de Corrientes Benjamín Virasoro, quien reincorpora a Corrientes a la Confederación Argentina.

Aquí comienza una reorganización política y económica que produce una recuperación de la provincia en todos los aspectos.

También la Confederación Argentina firma la paz en forma separada con Francia e Inglaterra, reconociendo éstas potencias expresamente la soberanía argentina para la navegación de los ríos de la Plata, Paraná y Uruguay. Es el momento más importante para Rosas, dado que, sumado al triunfo internacional, en toda la Confederación reinaba paz y tranquilidad.

A criterio del autor, entre 1848 y 1850 era el momento oportuno para que Rosas dispusiera concretar la organización constitucional del país en base al Pacto Federal de 1831, pero inexplicablemente lo dejó pasar.

En esos años Rosas, vislumbrando un próximo conflicto armado con Brasil, comenzó a aprovisionar abundantemente a sus ejércitos, entre ellos el que estaba al mando de Urquiza.

En 1850 el imperio del Brasil volvió a participar en forma activa en la política rioplatense, exigiendo el retiro del ejército sitiador de Montevideo al mando de Manuel Oribe, y haciéndose cargo de auxiliar a los defensores de ésta ciudad.

Esto originó la ruptura de relaciones diplomáticas entre la Confederación Argentina y el imperio del Brasil.

En septiembre de 1850, Urquiza invitó a Benjamín Virasoro a Concordia, bajo el pretexto de presenciar unas carreras de caballos. Allí le manifestó que Entre Ríos se declararía neutral en el hipotético caso de una guerra con Brasil, solicitando el acompañamiento de Corrientes.

Esta manifestación llegó a conocimiento de Rosas. Urquiza, para posicionarse bien ante aquel, efectuó una declaración pública de apoyo a la Confederación Argentina en el conflicto con Brasil, pero simultáneamente, haciendo un doble juego, se hallaba en conversaciones con los brasileros, buscando una alianza.

Entre 1849 y 1850 Rosas, vislumbrando un próximo conflicto armado con Brasil, comenzó a aprovisionar abundantemente a sus ejércitos, entre ellos el que estaba al mando de Urquiza.

En abril de 1851, llegó a San Roque, provincia de Corrientes, donde estaba el cuartel del ejército provincial, un correntino del círculo íntimo de Urquiza de nombre Nicanor Molinas, que fuera enviado por aquél para conseguir la adhesión de Benjamín Virasoro a la decisión de Urquiza de rebelarse contra el poder de Rosas, comunicándole que ya tenía arreglada una alianza con Brasil y el gobierno de Montevideo. El nombrado Molinas en sus Memorias (21) sostiene que Virasoro se sorprendió, y en primera instancia puso objeciones al paso que iba a dar Urquiza. El emisario relata que él lo amenazó con documentación comprometedora de Virasoro que tenía Urquiza y haría llegar a Rosas en caso de una negativa, comunicándole también que un sector del ejército correntino del sur, al mando de Nicanor Cáceres ya estaba consustanciado con dicha operación del gobernador entrerriano, y exigiéndole por último el inmediato retiro del gobierno de su hermano, Miguel Virasoro, por su adhesión pública al gobernador de Buenos Aires.

Finalmente el gobernador correntino asumió el compromiso de aliarse con Urquiza, y designó a Molinas como representante de la provincia ante el gobierno del Paraguay, para sumar a este país a esa alianza. Pero el gobierno del Presidente Carlos Antonio López rechazó expresamente el ofrecimiento.

Como otro ejemplo de doble juego, paralelamente, por Ley 773 de fecha 30 de abril de 1851, el Congreso correntino declara públicamente su rechazo a la renuncia que hace Rosas a la gobernación de Buenos Aires y como encargado de las relaciones exteriores del país. (22)

Otros dos hechos importantes se producen en este tiempo: la renuncia del ministro de gobierno Teodoro Gauna, hombre leal a Rosas, que fuera reemplazado por Juan Pujol, y el asesinato en Goya del presidente del Congreso correntino, Gregorio Araujo, perpetrado por oficiales y soldados del ejército correntino de José Antonio Virasoro. Según varios autores, el asesinato habría sido ordenado por Urquiza. Es importante destacar que nadie investigó esta muerte de un importante funcionario del estado provincial.

Como vemos, consecuente con la decisión antes relatada de Benjamín Virasoro, en un corto período de tiempo, de tres hombres identificados con la política de Rosas, dos perdieron su posición en el gobierno y el tercero fue asesinado. Y en septiembre de 1851 Miguel Virasoro murió en Entre Ríos, cerca de Paraná, en circunstancias muy extrañas, sospechándose un envenenamiento, mientras se encontraba al frente del ejército correntino. Tanto Martín Ruiz Moreno como Ramón Contreras (23) sostienen que Miguel habría estado en tratativas con Echagüe, gobernador de Santa Fe, para sublevar al ejército correntino en Paraná. El autor opina que, de haberse concretado esta sublevación del ejército correntino, difícilmente se hubiese llegado a la batalla de Caseros, porque habría cambiado todo el panorama.

El 29 de mayo de 1851 se firmó el Tratado entre el gobierno de Entre Ríos, el imperio del Brasil y el gobierno de Montevideo, por el cual se decide una alianza ofensiva y defensiva para liberar al Uruguay del ejército de Manuel Oribe. Para que el convenio tuviera efecto, el gobierno de Brasil exigió que el gobernador de Entre Ríos, en virtud de los derechos de independencia nacional que les son reconocidos por el Tratado del 4 de enero de 1831, reasuma, por su parte, la facultad concedida al gobernador de Buenos Aires para representar a la Confederación Argentina en lo que respecta a las relaciones exteriores, porque el emperador del Brasil sostenía que solamente podía aliarse con representantes de una nación y no con gobernadores de provincias. Además, si el gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a los aliados, individual o colectivamente, esa alianza se convertiría en alianza común contra dicho gobierno. Era la guerra entre el imperio de Brasil y la Confederación Argentina. Rosas cometió dos errores: el primero fue no autorizar a Oribe, poseedor de un poderoso ejército, a cruzar el río Uruguay para batir a Urquiza en Entre Ríos cuando éste aún se hallaba en preparativos, y el segundo fue no autorizar a Angel Pacheco a cruzar desde Buenos Aires a instalarse en Entre Ríos cuando Urquiza con el grueso de sus tropas había invadido la Banda Oriental del Uruguay.

El 23 de junio de 1831 Urquiza ratificó el Tratado en nombre propio y en el de la provincia de Corrientes, para lo cual tenía mandato.

Luego de varias escaramuzas, Urquiza, con el apoyo de las tropas brasileñas asentadas en la frontera y la ayuda de una hábil política de fomento de la deserción de jefes y oficiales de Oribe, logró la rendición de éste.

El 21 de noviembre de ese año, entre Urquiza –representando a Entre Ríos y Corrientes-, la República Oriental del Uruguay, y el imperio del Brasil, ratificaron el anterior Tratado, agregándole nuevas cláusulas, entre las que se acordaron las fuerzas militares que Uruguay y Brasil aportarían. Este último también pondría dinero y armamento. El aporte monetario de Brasil se fijó en 400.000 patacones, obligándose el futuro gobierno de la Confederación a devolvérselos, con sus intereses, garantizando el pago del préstamo con la hipoteca de las rentas y todas las tierras públicas de Entre Ríos y Corrientes. Además Entre Ríos y Corrientes se obligaban a emplear todas sus influencias en el futuro gobierno de la Confederación, para establecer la libre navegación del Paraná y de los demás afluentes del Río de la Plata. También el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

La batalla decisiva entre el Ejército Grande -compuesto por brasileños, uruguayos, entrerrianos y correntinos, conducidos por Urquiza- , y el ejército de lo que quedaba de la Confederación Argentina, conducida por Rosas, se libró 3 de febrero de 1852 en Caseros, provincia de Buenos Aires, triunfando el Ejército Grande.

Rosas renuncia a su cargo y se embarca en un buque de bandera inglesa rumbo al exilio a Inglaterra, donde muere en 1876.

El ejército vencedor ingresó a la ciudad de Buenos Aires, desfilando ante su población, el 20 de febrero, coincidentemente aniversario del triunfo argentino ante Brasil en la batalla de Ituzaingó.

En Brasil, Caseros fue siempre considerado como un triunfo nacional, y así se enseña en sus escuelas.

La excusa que utilizó Urquiza para su rebelión fue la necesidad de organizar institucionalmente a la Confederación, a través de una Constitución escrita, en base al Pacto Federal de 1831.

En la reunión efectuada en San Benito de Palermo, a la que asistió el gobernador Benjamín Virasoro acompañado de su asistente Juan Pujol, se resuelve convocar a una reunión de gobernadores en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos En este encuentro, Urquiza, de común acuerdo con los gobernadores de las provincias asistentes, deciden convocar a un Congreso General Constituyente, a realizarse en la ciudad de Santa Fe, para el cual cada provincia debía elegir dos diputados que la represente. Nombran a Urquiza Director Provisorio de la Confederación Argentina y encargado de las relaciones exteriores.

Uno de los primeros actos de Urquiza, en su nuevo carácter, fue entregar al gobernador Virasoro la suma de $53.000, como pago por la contribución de Corrientes en la batalla de Caseros.

La legislatura de Buenos Aires rechazó el acuerdo de San Nicolás firmado por el gobernador Vicente López y Planes, con el argumento expuesto por Bartolomé Mitre de que a Urquiza se le concedían más facultades de las que tuvo Rosas, que Buenos Aires no podía tener la misma cantidad de diputados en el Congreso de Santa Fe que las demás provincias por su situación de superioridad, y su oposición a la nacionalización de las rentas aduaneras. La respuesta de Urquiza fue intervenir a la provincia de Buenos Aires, disolviendo la legislatura y asumiendo él mismo el cargo de interventor.

Elegidos los diputados constituyentes, el Congreso debía empezar a funcionar en el mes de septiembre de 1852. Para ello, Urquiza se embarcó en compañía de varios convencionales constituyentes, dejando el gobierno de Buenos Aires en manos de un Delegado, y a Benjamín Virasoro en calidad de jefe del ejército.

El 11 de septiembre la dirigencia política de Buenos Aires, valiéndose de los servicios de Juan Madariaga, quien residía en ese momento allí, promovió un golpe de estado, con las tropas correntinas que fueron engañadas acerca del propósito de la acción, deponiendo a las autoridades de la intervención, reponiendo en su cargo a los miembros de la Legislatura, comunicando la destitución de los dos diputados constituyentes que se hallaban en Santa Fe, y designando nuevo gobernador.

Allí empezó la secesión de la Confederación Argentina, que duró hasta 1860.

La situación en Corrientes

En julio de 1852 algunos comandantes militares de Corrientes, instigados desde Buenos Aires, dieron un golpe de Estado, obligando a la Legislatura a destituir al gobernador Benjamín Virasoro, que, como es sabido, se hallaba colaborando con Urquiza en Buenos Aires. Luego de varios ofrecimientos a distintas personalidades, finalmente aceptó asumir la gobernación en el mes de agosto Juan Pujol, para cumplir el tiempo de mandato que le quedaba a Virasoro.

Con Pujol vuelve al gobierno el sector político desplazado por Virasoro en 1847. De inmediato Pujol hace elegir diputados constituyentes de Corrientes a Pedro de Alcántara Díaz Colodrero y Luciano Torrent.

El Congreso Constituyente de 1853

Sin la presencia de los diputados de Buenos Aires, pero sí con la de los representantes de trece provincias, el Congreso de Santa Fe empezó a elaborar el proyecto de Constitución escrita, para lo cual tuvieron en cuenta los antecedentes constitucionales nacionales, el libro Bases remitido por Juan Bautista Alberdi, y la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica, traducida al castellano por Manuel García de Sena.

Durante el mes de abril de 1853, en diez noches, la Comisión de negocios constitucionales presidida por José Benjamín Gorostiaga, presentó el proyecto, que fue sometido a debate. Las actas del Congreso Constituyente señalan los temas que ocasionaron debates y votaciones. Finalmente, el día 20 se puso a votación el proyecto de Constitución.

Es notable recordar el discurso pronunciado ese día por el presidente del Congreso Constituyente de Santa Fe, Dr. Facundo Zuviría (24), sobre la oportunidad o no de dictar una Constitución; “…La ciencia del legislador no está en saber los principios de Derecho Constitucional y aplicarlos sin más examen que el de su verdad teórica: sino en combinar ésos mismos principios con la naturaleza y peculiaridades del país en que se han de aplicar… Está en saberse guardar de las teorías desmentidas por los hechos. El mérito de la Constitución inglesa está en que no reposa sobre teorías, sino sobre una reunión de hechos… Por esa circunstancia su carta ha venido a ser la expresión del hecho como debe serlo toda Constitución. Una Constitución, por lo mismo que es lo más sagrado que se conoce en el orden político, no debe ser expuesta a profanación sin aceptar todas sus consecuencias: porque cuanto más sagradas son las cosas, tanto más criminal y funesta es su prostitución; es convertir en veneno lo que debiera ser antídoto o elixir de vida. Las instituciones no son sino la fórmula de las costumbres públicas, de los antecedentes, de las necesidades, carácter de los pueblos y expresión de su verdadero ser político. Debemos aplazar la Constitución hasta tomar algunos conocimientos de la situación, peculiaridades, intereses, comercio, rentas, industrias, organización interior, población y demás elementos constitutivos de los pueblos que vamos a organizar. Sin este previo conocimiento, sin alguna estadística de aquéllos, no concibo, señores, cómo podemos darle una Constitución que presupone tales antecedentes. En política, como en moral, ocultar la verdad, disfrazarla o negarla, es perpetuar el error alejando su remedio.”

Estas palabras provocaron un revuelo entre algunos constituyentes, generando réplicas, como la de Delfín Huergo, quien expresó que el discurso de Zuviría le hacía recordar los conceptos de Juan Manuel de Rosas sobre la inoportunidad de sancionar una Constitución. Se pasó a votación, y, según consigna el Acta respectiva, fue aprobada por 14 votos a 5.

José María Rosa, en su libro “Nos los representantes del pueblo”, deduce que entre los que habrían votado en contra estarían Zuviría, Pérez, Centeno y Pedro de Alcántara Díaz Colodrero. En cuanto a Manuel Leiva, quien durante uno de los debates tuvo conceptos muy parecidos a los de Zuviría, estuvo ausente en la sesión en que se votó, yPedro Ferre, convencional constituyente por Catamarca, tampoco votó porque ese día presidió la sesión, aunque era conocida su postura crítica sobre el proyecto de Constitución.

Conclusiones

El desarrollo del tema demostró:

-Que la provincia de Corrientes tuvo un crecimiento económico, político y social hasta 1839, año de la batalla de Pago Largo. Los estudiosos de la historia de la economía argentina sostienen que hasta ese año Corrientes era la cuarta economía del país, entre otras cosas producto de la paz, de la tranquilidad, y del normal funcionamiento de sus instituciones que posibilitaron dicho crecimiento.

-Que la desacertada decisión tomada en 1838 por un sector de la clase dirigente correntina, al enfrentar al gobierno de la Confederación Argentina, en alianza con la potencia extranjera que bloqueaba nuestros ríos y con un gobierno –el de Uruguay- en guerra con la Confederación, ocasionaron una severa derrota militar y el comienzo de la decadencia económica, política, social, productiva, además del endeudamiento del Estado provincial, el empobrecimiento de su población, y la muerte de muchos de sus hombres.

-Que siendo Pedro Ferré tal vez el dirigente correntino más esclarecido de esa época, resultan inexplicables las decisiones que tomara a partir de 1839.

-Que el gobierno ejercido por Joaquín y Juan Madariaga, de entidad mucho menor al de Ferré, fue una suma de desaciertos, de desorganización, que condujeron a la provincia a un estado de ruina más pronunciado aún.

-Que la recuperación experimentada con el gobierno de Benjamín Virasoro se ve tronchada por la participación de Corrientes en la batalla de Caseros.

-Que los gobiernos de Juan Pujol y de José María Rolón tampoco lograron la recuperación de la provincia.

-Que después de la batalla de Pavón, en 1861, el gobierno de Corrientes fue usurpado por los liberales mitristas. Al mismo tiempo Bartolomé Mitre se hizo designar encargado provisorio de la República Argentina, instalando a sangre y fuego en el país la hegemonía porteña, contra la que tanto se había luchado. Dice H. Ferns (25): “…Cuando Mitre asumió sus funciones de Presidente constitucional de la República Argentina, se había alcanzado uno de los objetivos de la política británica”.

-Que el pueblo llano de Corrientes, el más analfabeto entre todos los pueblos argentinos de entonces, no era más que un testigo silencioso de los acontecimientos, y la carne de cañón de aquella dirigencia, cuyos intereses económicos pesaban sobre sus decisiones.

Notas

(1)Escritos póstumos”, Tomo X de Juan Bautista Alberdi, pag. 157, obrante en el Archivo del Museo Histórico Nacional.

(2) (5) (7) y (17) “Las luchas por el Federalismo” de Justo Díaz de Vivar, obrante en la biblioteca privada del autor.

(3) y (9) “Memorias de Pedro Ferré” Edit. J.M.Gálvez. Cicero impresiones, 1990, obrante en la biblioteca privada del autor.

(4) “Mercaderes del Litoral” de José Carlos Chiaramonte, pág. 169, obrante en la biblioteca privada del autor.

(6) y (12) “Los Virasoro en la Organización Nacional”, prólogo del Dr. Carlos María Vargas Gómez. Edit. Depalma, obrante en la biblioteca privada del autor.

(8) “Rosas y Thiers”, de Carlos Pereyra, pág. 43, obrante en la biblioteca privada del autor.

(10) “Pago Largo: Noticias biográficas sobre los jefes de batalla”, de Federico Palma, Edición imprenta del Estado, pág. 52, Año 1939, obrante en el Archivo General de la Provincia.

(11) “Compilación documental extraída de los archivos argentinos y uruguayos”, Tomo III. Provincia de Corrientes. Ley Nº 732. Edit. Imprenta del Estado. Año 1938, obrante en el Archivo General de la Provincia.

(13) Libro del “Primer Congreso de Historia de Corrientes, Año 2001”, de Enrique Schaller, pág. 358/59, Edit. Moglia.

(14) “Corrientes en la época de Pago Largo”, de Dardo Ramírez Braschi, pág. 40, Edit. Sembrando Producciones- 1993.

(15) y (16) “Berón de Astrada”, de Hernán F. Gómez, pág. 250 y 309/13, respectivamente, obrante en la biblioteca privada del autor.

(18) “Memorias póstumas de José María Paz”, obrante en la Biblioteca Popular de Corrientes.

(19) y (20) “La Vuelta de Obligado”, artículo del Autor, publicado en Diario “El Litoral” de Corrientes, el 20/11/64.

(21) “Apuntes”, de Nicanor Molinas, Año 1897, obrante en la Biblioteca del Consejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires.

(22) “Registro oficial de la provincia de Corrientes”, Año 1847/52, Tomo 6º, Edición Imprenta del Estado- 1936, obrante en el A.H.P.

(23) “La revolución contra la tiranía” de Martín Ruiz Moreno, obrante en la Biblioteca del Congreso de la Nación, y “El teniente general don Benjamín Virasoro” de Ramón Contreras, obrante en la Biblioteca del M.H. de Corrientes.

(24) “Asambleas Constituyentes Argentinas”, Tomo IV, pág. 469/79, obrante en la Biblioteca Nacional.

(25) “Gran Bretaña y Argentina en el Siglo XIX” de H. Ferns, obrante en la biblioteca privada del autor.