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Ser periodista, un todo dialéctico.

Difundir el amor

El periodismo es un modo formidable de representar determinadas estructuras de la realidad, a través de un discurso que se genera y regenera en medios tecnológicos, con determinadas condiciones de posibilidad que intervienen en el espacio público. ¿ Cómo hizo Luis Alejandro Velazco para sobrevivir diez días en medio del mar, sin comer ni beber ?. Esa es la principal pregunta que debe impulsar a un periodista para informar el Relato de un náufrago.

Las estructuras objetivas de la realidad, la materia primaria del periodismo, son aquellas que distancian a la profesión periodística de la ficción, porque el periodismo es un todo dialéctico entre el periodista como sujeto y la realidad como objeto. En esa tensa mirada de lo real, hay un claro venir y devenir de constelaciones, pensares y decires, donde opera la subjetividad.

El periodista es un creador, constructor, productor, artista, presentador, representador, enunciador y coenunciador; es un comunicador porque interviene en la sociedad en una común unión con el público.

El periodista trabaja en un proceso de producción de sentido porque su objetivo es reconstruir el sentido de los hechos y palabras que relata.

La noticia es el género primario del periodismo. El periodismo existe por y para la noticia. Ella sorprende, asombra y llama la atención. Es como la muerte, lo más esperado por el hombre: la novedad. El título, el foco, la bajada, lo más importante primero. Curiosidad y ansiedad por saber. La pirámide está siempre patas arriba, invertida, refulgente. Sujeto y verbo, o el verbo primero: “Aprobó el parlamento europeo una ley para abolir el deseo”. Pero es realidad y no canción.

Toda producción periodística es una síntesis entre la autocensura y la libertad de expresión. La autocensura es el primer filtro del periodista y, en un profundo pensar, es parte de esa voluntad condicionada con la que se convive. Pensar, decir, crear y publicar es un desafío al miedo de ser replicado. Toda producción periodística inquieta a un público en un claro conjugar de razones, emociones e intereses políticos, culturales, religiosos, sexuales y morales. El periodista vive expuesto a la aceptación y al rechazo, pero su camino está encauzado en esa tensa relación con el espacio público, del que no puede escapar.

Hay dos cosas que nos cuesta mucho a los periodistas: convencernos de que alguien entiende todo lo que hacemos y reflejar cuestiones personales. Las 24 horas estamos expuestos a que no nos entiendan y, encima, odiamos hablar en primera persona.

Hacemos periodismo, no comedia. La comedia es un estilo del género ficción. La ficción es un recurso que puede ser usado o no por el periodismo, pero el periodismo no es ficción. El teatro en la radio forma parte, por ejemplo, de programas periodísticos, pero solo como una parte y no como el todo. Se trabaja con lo real. Ser periodista implica dirigirse al público en modo impersonal, otra característica que nos diferencia de la ficción.

Cuando el foco es nuestro “yo”, hacemos otra cosa y no periodismo.

El periodista actúa en la sociedad desde el lugar que le corresponde, con las posibilidades y prohibiciones que la profesión les marca: no es político, juez, fiscal, defensor, cantante, ni comediante. La profesión es un régimen marcado por su propia disciplina.

El periodista no escribe cartas abiertas, testamentos, fallos judiciales, decretos, leyes ni sermones religiosos. Construye noticias, crónicas, entrevistas, reportajes, artículos, columnas de opinión y editoriales. En todos los casos, la actualidad y la tercera persona marcan los límites de la profesión.

Este es el marco disciplinario y libertario del género periodístico. El saber y el conocer, dar a conocer y saber hacer, implica una formación profesional amplia, compleja, en un repaso profundo por la historia del hombre y su contexto para interpretar la actualidad.

El periodismo no es un mero relato de lo que otros hacen o dicen, sino una reconstrucción compleja de la realidad que representa una verdad como compromiso ético irrenunciable. La verdad periodística se construye a partir de un supuesto básico que consiste en suponer responsablemente que un determinado hecho será de significativa importancia para un determinado público.

En su denominada Carta Abierta a la Junta Militar, en 1977, Rodolfo Walsh escribió un claro informe periodístico, en un justificado cruce con sus sentimientos más profundos, el día antes de su asesinato. En ese texto, que sin dudas reflejó el triste sentimiento de la vida, él no se presentó como un “yo” en cuestión. La noticia, en esa carta, no fue el autor sino los hechos que ese autor informó.

Su entrada, el primer párrafo, expone claramente a esa Carta Abierta como una representación de la realidad basada en estructuras objetivas de lo que ocurría en la dictadura y no incluye quejas personales ni monólogos de teatro. Dice: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”.

El periodismo no es el cuarto poder, el primero ni el último. El poder del periodista radica en ese sueño y compromiso ansioso de hacer público lo que se cocina en lo privado del poder político, económico y religioso. Entonces, el poder está en el hacer saber, hacer conocer y así el periodismo hace su aporte para que la sociedad pueda enriquecer el análisis de una situación determinada. El periodista trabaja para que se sepa.

El periodista no hace campañas a favor y en contra de nada y tampoco le corresponde reclamar al poder político o económico que haga conferencias de prensa. El periodista investiga independientemente de lo que lo hacen otros actores de la sociedad, más allá del bien y del mal de los actos de los gobernantes. Recolecta, jerarquiza y publica información basada en la pluralidad de las fuentes de información.
Justamente, allí radica la independencia, credibilidad y seriedad de la profesión: el poder de hacer público lo que se cocina en lo privado. Una conferencia de prensa no garantiza la transparencia del gobernante, ni es sinónimo de democracia o de libertad de expresión. Solo representa una verdad que construye quien la hace, sea gobernante o no. El desafío del periodista será siempre consultar las fuentes que otros no consultan y, por ello, la conferencia de prensa es apenas una fuente.

El desempeño del periodista no comienza ni termina en una conferencia o rueda de prensa, porque su misión es investigar y difundir lo que se calla, lo que se oculta, es decir, poner al descubierto los hechos que se encubren. Buscar la novedad. Si el juez no quiere hablar con la prensa de un terminado hecho no solo está en su derecho sino que, en todo caso, la noticia será que el magistrado eludió referirse al tema en cuestión.

Sea en la noticia o en la opinión, sea en el formato que sea, el espíritu crítico del periodista hace que el discurso periodístico tome distancia de esos lugares comunes ( representaciones ) tantas veces reiterados en los medios, en el club o en la calle: “La gente está casada de…”.

El periodista investiga y publica quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué, una persona o un determinado grupo de personas “está cansada de…”. Precisa, detalla, demarca y reconstruye esa realidad. Eso implica ser preciso.

La denominación de “la gente” nunca es parte del discurso periodístico porque el método de la profesión no permite comprobar ni interpretar que toda “la gente” está cansada o gustosa de un determinado hecho. Un horror mil veces cometido.

Por todo lo expuesto, el periodismo es un todo dialéctico. “El mejor oficio del mundo”, según Gabriel García Márquez; “el mejor de los oficios terrestres”, según Walsh.

Solo un día histórico.

Hoy se celebra el Día del Periodista porque el 7 de junio de 1810 apareció el periódico la Gazeta de Buenos Aires, en un proyecto encabezado por Mariano Moreno, motivado por sus intenciones de dar a conocer las ideas promovidas en la Revolución de Mayo.

Esa fecha como Día del Periodista fue elegida en 1938, por los participantes y organizadores del Primer Congreso de Periodistas de la Argentina, realizado en Córdoba.