Reflexiones a Manuel.
Si hay algo que remarcar de Belgrano, al margen de su increíble misión en las milicias, su educación avanzada y su moral intachable, es la humildad que lo caracterizaba. El Gobierno de Buenos Aires premió a Belgrano por sus logros en las batallas con un sable de oro y dinero. Belgrano, donó esos cuarenta mil pesos al Gobierno Nacional, para la construcción de cuatro escuelas públicas. Y agregó:
“…nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos que el dinero o las riquezas, que éstas son un escollo a la virtud, y que adjudicadas en premio, no sólo son capaces de excitar la avaricia de los demás, haciendo que por principal objeto de sus acciones subroguen bienestar particular al interés público, sino que también parecen dirigirse a lisonjear una pasión seguramente abominable en el agraciado…”
El aporte a la educación, la confianza que depositó Belgrano en ella, lleva a enseñarnos que es un pilar fundamental en la vida de un país. Hizo de él, un hombre que supo ver más allá de la realidad en la que vivía, proyectó una patria, lucho por ella y la construyó sobre la base del aprendizaje.
Un libro de Marcos Aguinis se titula “POBRE PATRIA MÍA”, esa frase resuena siempre en mi mente y hasta a veces pienso que es mía, que la dije yo, que la pensé yo.
Pero la realidad es que tanto Aguinis como yo, tomamos prestada esa frase del General Belgrano, quizás con su mismo significado.
Ése fue su lamento final.
El 20 de Junio de 1820 durante mucho tiempo, no se recordó como un día triste para la patria. Ese día pasó a la historia, por muchos años, como el día en que Buenos Aires tuvo tres gobernadores.
Mientras que Buenos Aires era un caos institucional y político, moría en la pobreza y en el silencio uno de los próceres más honestos y honrados de nuestro panteón nacional.
Y debe ser por eso que su frase no se va de mi mente, debe ser que a pesar de los años transcurridos desde aquel día, mi querido amigo Manuel Belgrano sigue sin equivocarse…
“Se dice que antes de expirar, agobiado por el triste panorama que ofrecía nuestra flamante república, exclamó: “POBRE PATRA MÍA!”. Belgrano era un hombre generoso, culto y responsable. Además de su pulido castellano, dominaba inglés, italiano, francés y latín. Releía Montesquieu, Jovellanos y Adam Smith. Se había desempeñado como académico en España. Sabía hacia donde era preciso orientarnos. Pero no se lo escuchó. Los argentinos tenemos la desgracia de no escuchar y a menudo ni siquiera ver. Por eso su frase resuena como un patético trompetazo. Por eso debemos recordarla y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para revertirla”.
Quizás entendiendo esto, podamos asumir que este hombre no fue simplemente el creador de la Bandera, que detrás de esos hermosos colores que se vuelcan en nuestro paño, celeste del cielo y blanco de la pureza, se esconden muchas batallas pero por sobre todo, se esconde un hombre de valores intachables.