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Soberanía, regionalización y globalización

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Desde mediados del siglo XX se comienzan a notar signos de crisis en todos los aspectos. Un gran desajuste entre el Estado y la sociedad.

El Estado domina sus fronteras, pero la sociedad presiona para vencer esas fronteras y recrearse sobre espacios trasnacionales. A este fenómeno, se lo puede denominar Globalización, que no sólo abarca el plano económico (con las empresas multinacionales y transnacionales) sino que también lo social y político.

La política no puede desarrollarse sin su sociedad, sin los habitantes, y esa sociedad no puede progresar sin la economía. Si estos tres factores son interdependientes, y la sociedad es la que causa este conflicto de fronteras que ya no existen, podría yo interpretar que estos tres factores están en crisis.

Las estructuras del estado están sometidas a progresivas tensiones, por la envergadura de los cambios y por la convergencia de una pluralidad de factores, que generan secuencias de modificaciones estructurales y funcionales en las instituciones.

Este contexto de crisis inducida afecta a las estructuras políticas y administrativas del Estado y su vinculación con la globalización puede argumentarse desde variadas perspectivas:

En primer término, los procesos de globalización que en los grandes países desarrollados generó incertidumbre e injusticias. George Soros, afirma que “la globalización ha causado una mala distribución de los recursos” y que “la globalización es profundamente selectiva”. Para apoyar esto, Luis Ángel Rojo dice que “la expansión ha sido muy buena para el capital, pero no para los trabajadores”.

En segundo lugar, la argumentación se apoya a que los riesgos modernos son una expansiva dinámica que desconoce las fronteras y no importan sus riesgos, esos riesgos civilizatorios, menoscaban la calidad de vida de los seres humanos en el planeta y son causantes de los deterioros de las fuentes vitales naturales del planeta.

En tercer lugar, en la era de la globalización, parece deteriorarse el ajustamiento que el estado nacional, la sociedad nacional y sus instituciones habían tejido a lo largo de la modernidad, por cuanto se establecen múltiples y distintos tipos de relaciones de poder y competitividad.

La crisis del Estado- Nación es real, se apoya sobre los riesgos de una sociedad moderna que perdió todos los principios de la “modernidad”: la idea de vivir y actuar dentro de espacios delimitados, de estados nacionales.

Con la globalización se asocian dos fenómenos de orden y desorden, la expansión de las oportunidades y a la vez los riesgos.

Giddens, en su obra “un mundo desbocado” refleja claramente estas crisis. Dice que la globalización tiene como efecto destaponar los estados nacionales, que ya perdieron poder económico e incluso político, pero pese a esto no quiere decir que sea el fin de los mismos. Según Giddens es un proceso de reconstrucción de los mismos.

Muchos dicen que ya el Estado- Nacional es absurdo, y no se necesita. Han ganado poder estas empresas que dominan el mercado y la economía. Como Marx explicaba a la economía como base de una pirámide, los de mayor poder económico son quienes la mantendrían en pié. Y analizándolo así, se puede decir que la función del Estado no tiene significado.

Pero no estoy de acuerdo con esto, ya que hoy en día el Estado Nacional tiene todavía decisiones y funciones evidentes e importantes para el desarrollo de un país y en consecuencia del mundo. Su presencia y actuación son indispensables.

Considero que el Estado va a competir siempre con fuerzas de mucho poder, pero no va a desaparecer porque en él está la voluntad de la gente.

Bibliografía:

  • Luis Méndez Francisco. Revista Global nº 14. Santo Domingo. 2007.
  • Giddens, Anthony. UN MUNDO DESBOCADO. Editorial Taurus. Madrid. 2000.